Llega el Fin del Mundo en ‘Los Precursores’ y tres niños serán enviados al bosque, con la única misión de contarlo todo.
Luis Sorolla // Foto: Gabriel Piñero
El Fin del Mundo se acerca, quizás no como nos lo habíamos imaginado, pero nos alcanza igualmente. Tres niños son enviados al bosque, con una sola y clara premisa: Tienen que contarlo todo.
Así comienza Los Precursores, obra dirigida por Luis Sorolla y protagonizada por estos tres niños que, mientras afuera todo se desintegra, cada día han ido contando una historia: historias de finales, de momentos de abismo, de muertes. Y a la vez esperan.
Los niños se convierten en jóvenes adultos mientras esperan, en el bosque, y van contándolo todo tal y como les han dicho. Con la llegada de esta juventud, los protagonistas comienzan a replantearse la funcionalidad de contar estas historias, atrapados en un no-espacio o no-tiempo, comienzan a dudar sobre la utilidad que sus padres les encomendaron. ¿Son estas historias inventadas? ¿O son el testimonio de otra realidad? ¿Está afectando al mundo contarlas?
De esta manera, comienzan a replantearse cómo contarse a ellos mismos y qué es lo que quieren construir con estos relatos.
Para poder conocer este mundo post-apocalíptico en el que se encuentran los tres progatonistas de Los Precursores hablamos con su creador, Luis Sorolla:
Pregunta: ¿Qué historia cuenta Los Precursores?
Respuesta: Los Precursores es la historia de tres niños que, al suceder un fin del mundo, son llevados a un bosque con una tienda de campaña por sus padres. Los padres desaparecen, pero solo después de haberles dejado una premisa, una orden, un rito. Cada día tienen que contar una historia. Utilizando los objetos que tienen a mano, cada día cuentan la historia de una persona diferente, que resultan ser siempre historias de gente que se muere y de finales.
La obra empieza cuando estos niños, ya convertidos en adultos, pierden la cuenta de los años que llevan haciendo esto en este extraño bosque, más allá del cual no queda nada y que no es lo que parece: hay una pantalla con números que les indica qué historia contar, suenan avisos para que sepan cuándo tienen que hacer las cosas… Están atrapados en este bucle y en esta máquina de relatar. Es entonces cuando comienza la crisis: ¿Qué es esto que hacemos? ¿Para qué sirve? ¿Y si estamos haciendo el mal? ¿Es esto lo que queremos hacer y contar?.
P. ¿Cómo nace el proyecto de Los Precursores y cuál fue su proceso creativo?
R. Nace a partir de una serie de imágenes y de intuiciones, de algunas preguntas y temas recurrentes, de Chéjov en general y de «El jardín de los cerezos» en particular, que, en cierto sentido, es una obra sobre el final de un mundo y sobre la incapacidad de las personas que lo habitan por hacer algo al respecto. Nace también de mi interés por el teatro del absurdo, de desear investigar acerca del tiempo en escena. Y, sobre todo, nace de un deseo de trabajar juntos este grupo de personas que conformamos la función, gente que se quiere y que comparte inquietudes y sensibilidades.
En cuanto al proceso, comenzamos a ensayar de vez en cuando un septiembre, cuando la posible obra, de momento, no tenía ni tienda de campaña ni personajes, solo imágenes sueltas e hilos concretos de los que tirar. Y, a partir de dinámicas de escritura, conversaciones, ensayos con materiales y situaciones fue concretándose el universo de Los Precursores. Comencé a escribir para probar, algunas cosas surgieron en ensayos cuando ya íbamos teniendo situaciones concretas, y así, hasta el estreno en abril de 2021. Fue un proceso en el que lo más fundamental ha sido la asesoría de Carlos Tuñon y de [los números imaginarios], que han estado en varios momentos abriendo posibilidades y acompañando.
P. Como la misma historia plantea, ¿De qué futuro vamos a ser los precursores? O ¿De qué futuro queremos serlo?
R. No lo sé. Creo que es bueno que la obra no responda la pregunta de forma concreta. Sí creemos que la ambición de Los Precursores pasa por plantear esa pregunta y señalarla en toda su complejidad y profundidad posible. Que los relatos, cuentos y ficciones que construimos y que escuchamos conforman nuestra realidad personal, social y política. Que es a través de los relatos que se construye el imaginario de cuáles son los mundos y los futuros posibles y cuáles son los imposibles o incluso los que ni se imaginan ni mencionan. Y, por lo tanto, saber que, como creadores y creadoras de ficción, tenemos una cierta responsabilidad lúdica con respecto a estas preguntas, pero también como esperctadores y espectadoras. Que, aunque no lo parezca a veces, tenemos bastante que decir con respecto a qué futuros queremos construir, tanto en lo personal e inmediato como en lo global y a largo plazo.
P. ¿Qué hace clave el momento en el que nos encontramos como sociedad para contar esta obra?
R. El proceso de creación de la obra nace y ha estado siempre acompañado de unas inquietudes y ansiedades compartidas por el equipo, que no sé si son generacionales. Lo digo porque somos de una franja de edad similar. Y también claramente comenzamos a encontrarnos y a crear tan solo unos meses después de terminar el confinamiento. Algo de eso influye seguro. Pero en realidad son preocupaciones que nos acompañaban antes de marzo de 2020 y que creo tienen que ver con este momento en el que estamos. La sensación de que el futuro que se nos había prometido o que esperábamos no está sucediendo ni va a suceder, pero la incapacidad de imaginar o concebir que se va a dar una alternativa. La nostalgia por algo que no ha pasado, la sensación de encontrarnos en el final de un momento, de un sistema y de unas formas que parecen agotadas, pero que a su vez son concebidas como la única posibilidad, como que no hay alternativa. La certeza de que se viene un futuro difícil (lo económico, medioambiental, crisis migratorias, etc.) y nuestra relación con este.
Hay una frase de Frederik Jameson que nos ha acompañado durante el proceso y que responde, creo, a ¿por qué ahora Los Precursores?: «Parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo«.
P. Los protagonistas se encuentran suspendidos en un no-lugar o un no-espacio, ¿Por qué se ha elegido un bosque como representación de este no-lugar?
R. Honestamente, el bosque apareció como imagen e intuición muy al inicio del proceso, antes de que tuviéramos claras otras muchas cosas. Claramente, tiene que ver con el imaginario de unos padres preparacionistas que tienen montado un plan de supervivencia, aislados del resto en caso de un apocalipsis y que llevan a sus hijos allí. Pero en realidad, el bosque abre muchas más posibilidades e imaginarios: el de lo mágico y lo extraño, los campamentos de pequeños y ese estar al margen, tanto lo utópico como lo distópico…De pronto un bosque pueden ser muchas cosas, y sobre todo, qué hay más allá de estos árboles puede ser muchas cosas. Y al estar aislados, pero no atreverse a moverse de donde están, estos personajes pueden tener sospechas, pero no certezas con respecto a qué está pasando más allá. También un bosque nos ha permitido jugar con la aparición de elementos que no deberían pertenecer a este espacio y que sin embargo están plenamente asumidos e incorporados, extrañando el lugar y, por lo tanto, abriendo las posibilidades de que haya siempre algo más allá de lo que vemos en un primer momento.
Aparte de todo esto, Los Precursores sucede en un teatro y es una obra que por momentos es consciente de sí misma como obra de teatro, como una ficción construida para un grupo de espectadores. Por lo tanto, la idea de construir o montar un espacio natural dentro de un espacio artifical y la relación entre esos dos mundos disparaba las posibilidades y las relaciones entre realidad y representación, las ficciones dentro de las ficciones y el propio aparato teatral que nos está contando algo y que, quizás, no sea tan inocente.
P. ¿Qué buscan conseguir en el espectador que vaya a ver la obra?
R. Estamos convencidos de que es una obra muy divertida en la que suceden muchas cosas. Y es una obra que siempre ha dado pie a conversaciones muy interesantes y largas acerca de muchas cosas. Es una obra concreta pero que deja espacios a las interpretaciones de cada cual, es una pieza que te incluye e introduce en el mundo particular de estas tres personas, del que pasas a formar parte durante un rato. Y, sobre todo, es conocer y dejarse contagiar y llevar por tres personas maravillosas.
Informa: Carlota de Lucas