Sobre la obra
La Chana, cuya trayectoria está salpicada de espectáculos inteligentes, es una compañía creada en 1987 por Jaime Santos y Áurea Pérez. Tiene un nombre sonoro que parece traernos a la memoria la canción popular o el refrán (“lo mismo Chana que Sebastiana”), aunque la chana también es un juego. Tal vez como la manera peculiar de contar sus historias, con un teatro de objetos embaucador, lleno de cordura, sensibilidad, humor, centrada en la persecución de la metáfora y en la huida de los lugares comunes. Es por eso que habitualmente escoge historias conocidas, para reinterpretarlas desde una lectura personal. En Titirimundi presenta su última aventura creativa, un Lazarillo de Tormes cuya representación causará, sin duda, tanta expectación como el Gaudeamus de hace dos ediciones.
Desde una revisión apasionada del texto, y a partir de un análisis minucioso de conflictos de la obra -la pobreza, el abuso de poder, el hambre-, Jaime Santos aborda la historia de Lázaro, una historia realmente terrible, en un contexto terrible plagado de carencias. Pero como él mismo dice, la historia del Lazarillo de Tormes es una historia del hambre más que del hombre. Los únicos propósitos del protagonista en su vida son comer y tener un cobijo. Por lo tanto hay más garbanzos que filosofía en ella, más estómago que ingenio, más apetito que picaresca, menos lirismo y más jugo gástrico. La Chana pide que el público se olvide de ciegos, clérigos y bulderos o que al menso piensen en ellos como ingredientes de un gran potaje, un Lazarillo como un menú de guisos bien cocidos a lo largo de casi cinco siglos, donde los sabores se han ido decantando en ideas, donde las esencias han macerado la carne y sus pecados.
Al abordar El Lazarillo de Tormes desde los planteamientos del teatro de objetos, las aventuras de Lázaro se renuevan con una visión personal y profunda del relato. La Chana Teatro no ha reinventado el clásico, ha cambiado tan sólo la forma de leerlo: el lector se transforma en comensal y ante él desfilan los platos. Alimentos contundentes, aleccionadores, irónicos, tercos, cabrones. Es la vida: todo lo que engorda, también mata.
La Chana presenta este Lazarillo desde su rincón de visión, desde su taller-mirador, persiguiendo la empatía con sus personajes, sus circunstancias, su contexto. En esta búsqueda, a veces, el objeto encontrado será una metáfora directa e inmediatamente comprensible (Lazarillo=Vela). Otras, un objeto o una imagen enigmática arrastrará al espectador al juego de descubrir el significado de su presencia, ese juego que sumerge al público en el mundo de asociaciones de ideas y de imágenes que no es sino la esencia del teatro de objetos.
“Ustedes creerán que esto no son más que metáforas, pero el hambre es el único instinto que no admite ningún engaño. El hambre es finalmente nuestra historia, sólo ella cuenta fielmente lo que hemos llegado a ser.”
A PARTIR DE 14 AÑOS.